
Ambeko y Aguatí
Este es el cuento de Ambeko, que en lengua carabalí quiere decir venado, y Aguatí, que es la tortuga.
Una vez se juntaron el venado y la tortuga y apostaron quién de los dos corría más. La apuesta parecía disparatada, porque el venado corre mucho y la tortuga camina muy despacio. El venado se reía y Ie decía:
-¡Te doy tres días de ventaja!
Pero la tortuga contestó:
- No quiero ventaja ninguna, solamente necesito quince días para prepararme.
Al fin, concertaron la apuesta. Ganaría aquel que volviera primero al pueblo de la partida después de recorrer un largo camino que pasaba por otros dos pueblos vecinos. El venado concedió a la tortuga quince días para prepararse y cada uno se fue por su lado, para volver a encontrarse el día de la apuesta.
Mientras el venado se entretuvo en burlarse de la tortuga con toda la gente del pueblo y con los demás animales, la tortuga llamó a otras dos tortugas amigas suyas y les dijo que el día de la apuesta se situaran una en cada uno de los pueblos que tenía que pasar en la carrera para que saludasen al venado cuando llegara corriendo.
Llegó el día de Ia apuesta. Las tortugas amigas se colocaron cada una en un pueblo y la tortuga primera se juntó con el venado en el pueblo para comenzar la apuesta.
Dieron la señal de partida y se pusieron a correr. A poco el venado se perdió de vista y la tortuga en vez de correr se escondió bajo de una mata.
El venado seguía corriendo, cantando a cada rato con gran alegría:
Ambeko rimagüé kindandá kore nyaó,
ambeko rimagüé kindandá kore nyaó,
ambeko rimagüé kindandá kore nyaó.
(El veloz venado ganará la carrera)
Al llegar al primer pueblo el venado (que en aquella época usaba barba entera, como aún hoy usan los chivos) pensó que había llegado con tanta ventaja, que tenía tiempo de afeitarse, y fue a encontrar a un barbero. Cuando lo halló, le contó lo que pasaba, diciendo como siempre:
Ambeko rimagüé kindandá kore nyaó,
ambeko rimagüé kindandá kore nyaó,
ambeko rimagüé kindandá kore nvaó.
Pero apenas acabó su cántico, vio una tortuga en la calzada que le cantaba así :
Aguatí langué, langué, langué,
aguatí langué, langué, langué,
aguatí langué, langué, Iangué.
(La tortuga ya llegó, ya llegó, ya llegó).
El venado al ver y oír a la tortuga se creyó que era la misma de la apuesta, pegó un brinco y salió corriendo sin acabarse de afeitar. Por eso el venado no tiene pelo más que en una parte de Ia cara y en la otra no.
El venado siguió corriendo, y, confiado en la gran velocidad de su carrera, pensó que si había perdido la primera parte de la apuesta, no podría perder las que faltaban, y volvió a cantar:
Ambeko rimagüé kindandá kore nyaó,
ambeko rimagüé kindandá kore nyaó,
ambeko rimagüé kindandá kore nyaó.
Llegó así al segundo pueblo y porque tenía hambre y creyó que le sobraba tiempo, se fue a comer muy contento, tanto que se puso a cantar:
Ambeko rimagüé kindandá kore nyaó,
ambeko rimagüé kindandá kore nyaó,
ambeko rimagüé kindandá kore nyaó.
Todavía no había comido sino pocos bocados, ni terminado su primer cántico, cuando vio una tortuga que le cantó así:
Aguatí Iangué, langué, langué,
aguatí langué, langué, langué,
aguatí langué, langué, langué.
El venado al oír esto creyó que ya había llegado la tortuga, y echó a correr, asombrado y sin comer. Por eso el venado desde entonces no ha podido comer nunca mucho, ni con calma, y se ve muy delgado.
Corrió, corrió el venado, ya de regreso para el pueblo de salida muy confiado en que de todos modos ganaría la apuesta.
Entró en el pueblo cantando como siempre:
Ambeko rimagüé kindandá kore nyaó,
ambeko rimagüé kindandá kore nyaó,
ambeko rimagüé kindandá kore nyaó.
Pero la tortuga, que estaba escondida bajo la mata, cuando oyó al venado que entraba en el pueblo, salió del escondite y se puso a recorrer las pocas varas de distancia que la separaban de la meta, llegando a ésta antes que el venado; y se puso a cantar:
Aguatí langué, langué, langué,
aguatí langué, langué, langué,
aguatí langué, langué, langué.
Cuando llegó el venado y vio que la tortuga había llegado primero se puso furioso, y todo el pueblo y los demás animales se burlaron de él porque había perdido la apuesta; y tanto fue el bochorno que huyó a la sierra y no quiso volver más al pueblo. Por eso el venado sigue todavía huidizo en el monte y no lo sacan de él sino a la fuerza.