
El joven de grasa de ballena
Había una vez una joven cuyo novio se ahogó en el mar. Sus padres no podían hacer nada para consolarla y ninguno de los otros jóvenes que la pretendían le interesaba; ella sólo quería al que se había ahogado. Al fin, cogió un trozo de grasa de ballena y le dio la forma de tu novio, moldeando incluso las facciones del rostro. El parecido era perfecto.
- ¡Ay, ojalá fuera real! - se decía la joven.
Frotó su pubis con la manteca de ballena, venga y venga frotar y, de pronto, la figura de grasa cobró vida. Allí estaba su hermoso novio delante de ella. ¡Qué contenta se puso! Se lo presentó a sus padres, diciéndoles:
- Como veis, en realidad, no se ahogó...
El padre de la chica les dio permiso para casarse y ella se fue con su chico de grasa de ballena a una pequeña cabaña a las afueras de la aldea. En aquella cabaña a veces hacía muchísimo calor; entonces, él se sentía cansadísimo y le decía:
- Frótame, cariño.
Y ella le frotaba todo el cuerpo con su pubis. Esto lo reanimaba.
Un día el chico de grasa se fue a cazar focas de piel moteada. El sol pegaba con fuerza. Cuando llevaba ya el kayak a tierra empezó a sudar y, así como sudaba, se iba encogiendo. Cuando llegó a la costa, se había derretido a la mitad. Salió entonces del kayak y cayó a tierra, convertido en un montoncito de grasa de ballena.
- ¡Qué lástima! - dijeron los padres de la joven- con lo bueno que era…
La muchacha enterró la grasa de ballena bajo un montón de piedras y se puso de luto. Se taponó la fosa nasal izquierda. No cosía. No comía huevos de ave marina ni carne de morsa. Visitaba todos los días la tumba de grasa de ballena y hablaba con ella; y mientras lo hacía, daba tres vueltas alrededor, en la dirección del sol.
Cuando acabó el período de luto, la muchacha tomó otro trozo de grasa de ballena y empezó a moldearlo otra vez. Le dio también la forma de su novio ahogado y volvió a frotarse el pubis con la figura, una vez terminada. De pronto, allí estaba su novio otra vez, diciéndole:
- Frótame, cariño.