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Kintaroo

Hace mucho tiempo, en lo más profundo de las montañas de Ashigara, vivía un niño muy robusto y sano, llamado Kintaroo. Desde que era un bebé, podía mover las piedras más pesadas y hasta levantar el mortero.

Sus amigos eran los animales. Los ciervos, los tanuki, las ardillas, los conejos, los monos y los zorros lo seguían, y el niño jugaba con ellos. A veces corrían carreras y también organizaban encuentros de lucha sumoo, trazando con una rama el círculo dentro del cual se enfrentarían.

Un día, cuando estaban a punto de iniciar un juego de sumoo, apareció un oso feroz que, gruñendo salvajemente, desafió a Kintaroo diciéndole:

- Si pierdes, serás mi esclavo.

Los otros animales amigos alentaban a Kintaroo muy preocupados. Kintaroo luchó intensamente, con la cara muy roja por el esfuerzo. El oso tampoco se rendía pero, en un momento dado, Kintaroo dio un grito tremendo, levantó al oso y lo lanzó fuera del circulo.

- Me rindo, me has ganado. Desde ahora te obedeceré en todo - dijo el oso y, prometiendo no molestar nunca más entró a formar parte de su grupo de amigos.

Otro día, la ardilla propuso ir a recoger bellotas a la montaña, y todos aceptaron con alegría la propuesta. Pero, al llegar a un precipicio sobre un río, se encontraron con que el puente había desaparecido, quizás llevado por la corriente en un día de tormenta. Ante el desconcierto de todos, muy decidido, Kintaroo sacó de raíz un gran árbol y lo atravesó sobre el río, convirtiéndolo así en un puente. Así todos pudieron cruzar y se dedicaron a recoger bellotas.

Pero alguien observaba la escena, escondido dentro del bosque. Era un importante guerrero samurai de la capital, que había ido de caza a la montaña con sus hombres.

- Qué muchacho tan espléndido. Quiero que sea uno de mis guerreros.

Y así fue como Kintaroo fue a vivir a la capital, donde cambió su nombre por Sakata no Kintoki, y dicen que llegó a ser un samurai muy importante.

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