
El mortero mágico
Había una vez, dos hermanos que vivían juntos en una pequeña aldea de Japón. El hermano mayor trabajaba arduamente, sin descanso, pero el menor era perezoso y jamás hacía nada.
Un día, el hermano mayor salió hacia las montañas a trabajar. Mientras estaba trabajando, un anciano se presentó ante él. Traía consigo un mortero de piedra.
- Este es un mortero mágico. Te dará todo lo que le pidas – le dijo amablemente, y se lo dio.
El hermano mayor estaba tan contento que se apuró a volver a la aldea para probarlo.
- Por favor, dame arroz. Necesitamos arroz, por favor.
Entonces del mortero comenzó a salir arroz, suficiente para alimentar a la aldea completa.
Todos estaban muy agradecidos con el hermano mayor, por haber traído alimento a la aldea.
Todos, excepto uno. El hermano menor pensaba “Yo le daría a esa mortero un uso mucho mejor”
Así que esperó a la noche, y cuando todos estuvieron dormidos, robó el mortero y escapó con él.
Para que no pudieran encontrarlo, caminó hasta el mar y se subió a un bote. Una vez que estuvo suficientemente lejos de la orilla, dijo:
- ¡Quiero pasteles! ¡Quiero pasteles dulces!
Y del mortero comenzaron a salir unos pequeños pasteles, tan dulces y deliciosos, que el hermano menor comió y comió hasta hartarse. Pero entonces sintió que necesitaba algo salado, para quitarse tanto gusto dulce.
- ¡Quiero sal! ¡Dame sal! – exigió al mortero.
Y del mortero comenzó a surgir sal, y surgir sal en grandes cantidades.
- Listo, ya es suficiente. – dijo el hermano menor.
Pero la sal seguía saliendo, y ya comenzaba a llenar el bote.
- ¡He dicho que es suficiente!
La sal continuó saliendo. El bote se llenó y se hundió por el peso, hundiéndose también el hermano menor.
El mortero aun se encuentra allí, en el fondo del mar, sacando y sacando sal sin detenerse. Y es por eso que, desde entonces, el agua del mar es salada.