
La lluvia
La lluvia caía con fuerza. Agá Akil, uno de los habitantes más santurrones del pueblo, corría para resguardarse.
- ¿Cómo te atreves a huir de la generosidad de Dios, el líquido celestial? -tronó Nasrudín al verlo - Como hombre devoto, deberías saber que la lluvia es una bendición para toda la creación.
El Agá estaba ansioso por mantener su reputación.
- No pensé en ello desde ese punto de vista - refunfuñó.
Y, acortando el paso, llegó a su casa totalmente mojado. Por supuesto, pescó un enfriamiento.
Al poco tiempo, estando sentado junto a la ventana, envuelto en frazadas, vio al Mulá correr bajo la lluvia y lo increpó:
- ¿Por qué huyes de las bendiciones divinas, Nasrudín? ¿Cómo te atreves a despreciar la bendición que contiene?
- ¡Ah! -contestó éste-, pareces no darte cuenta de que no quiero profanarla con mis pies.