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El pequeño héroe (Issunbooshi)

Hace mucho tiempo, una pareja de ancianos que no había podido tener hijos, estaba tan triste que rezaba todas las noches, hasta olvidándose de cenar:

- Dioses nuestros, queremos tanto, tanto tener un hijo. No importa si es pequeño como un dedo pulgar. Permítannos tener un niño.

Y finalmente un día, de repente, nació un niño. Y era realmente tan pequeño como un dedo pulgar. Los ancianos se quedaron atónitos, pero enseguida debieron reaccionar pues el bebé se puso a llorar con todas sus fuerzas.

- ¿Cómo lo llamaremos? - preguntó la señora.

Y su marido le dijo:

- Issunbooshi, pues es ese es su tamaño, tres centímetros con tres milímetros.

 Y pusieron manos a la obra: mientras la anciana le cosía un ajuar bien, bien pequeñito, el anciano le construía una cuna bien, bien pequeñita. Y empezaron a cuidarlo con inmenso cariño.

Pasaron uno, dos, tres años, y el niño no crecía. Pasaron cinco, diez, y su altura seguía siendo la misma. Nunca se enfermaba, se lo veía sano, pero no crecía. Los padres ancianos estaban muy tristes y preocupados, pero como el niño ya tenía diez años, y era fuerte, lo dejaron salir para que jugara con otros niños.

Pero los chicos del vecindario lo recibieron con burlas y no quisieron jugar con él. Y esto una y otra vez, por más que el pequeño intentaba incorporarse a los juegos.

Un día, inclinándose muy respetuosamente ante sus padres, Issunbooshi les dijo:

- Necesito salir a recorrer el mundo. Por favor, concédanme su bendición y su permiso.

- Tu decisión es muy valiente, pero si hasta los chicos se burlan de ti, ¿qué harás ante otras situaciones?

- Justamente, necesito ir más allá. Déjenme ir, déjenme probarme, por favor.

Y tanto insistió que sus padres finalmente le dijeron:

- Ve con cuidado, y vuelve cuando seas mayor.

El pequeño recibió una aguja de coser que guardó dentro del tallo de una hierba, y también un tazón de sopa de laca y un palillo para comer. Al tazón se lo puso sobre la cabeza y al palillo lo llevó como bastón en una mano. Y así partió lleno de ánimo.

Caminó y caminó, y una hormiga le indicó un camino entre las hierbas para llegar hasta el río. El pequeño se quitó el tazón de la cabeza y lo deslizó en el agua del rio, tomó el palillo y empezó a remar. Las mariposas le indicaron que la corriente daba siete vueltas, y le dieron consejos para llegar hasta Miyako, la capital.

Y así llegó a la gran ciudad, con sus puentes rojos, sus templos de muchos pisos, sus carruajes tirados por bueyes, sus hombres y mujeres elegantes. Le pareció conveniente ir a la casa de alguien importante.

Llegó a un portón de buenas maderas y mucha elegancia y entró, y golpeando sus manos y con toda la fuerza de sus pulmones, gritó:

- Señores, con su permiso. Señores, con su permiso.

Un criado salió pero por más que giraba su cabeza, no lograba entender de dónde venía esa voz. Hasta que por fin se agachó y al lado de unas sandalias de madera pudo ver al muchacho con su tazón sobre la cabeza y el palillo en su mano.

Se armo un gran revuelo. Todos salieron excitados a ver al muchacho pequeño, y lo condujeron ante la hija del dueño de casa. Era una joven muy hermosa y muy amable.

Lo tomó en la palma de su mano y le preguntó su nombre y el motivo de su viaje hasta la capital.

- He venido para aprender cosas, para educarme, para crecer.

A la joven le agradó la determinación del joven pequeño y prometió enseñarle caligrafía, recitado de poemas, música. Y así el jovencito se convirtió en el acompañante de la joven. Ella lo educaba y él aprendía rápidamente. Iban a todas partes juntos.

Se llevaban muy bien, ella se divertía y él mantenía siempre un comportamiento muy juicioso. Y hasta la ayudaba con la costura. Era el amigo ideal para las cosas serias y para los momentos de juego y diversión.

Cierto día, la joven dama le avisó a Issunbooshi que debían ir al templo. Para ir más de prisa, la joven lo colocó dentro del cinto que adornaba su kimono. Cuando ya estaban cerca del templo, de pronto, el cielo se oscureció, se sintió un sordo ruido en la montaña, y apareció un enorme diablo rojo que le dijo a la joven:

- Te llevaré conmigo. No te resistas.

Y empezó a arrastrarla hacia el bosque.

Issunbooshi saltó entonces del cinto y sacó la aguja que usaba como espada, para atacar al diablo.

- ¡Crees que vas a asustarme! ¡Con esa agujita y viéndote tan insignificante!

Y el diablo riéndose a carcajadas lo tomó y se lo tragó. La joven dama veía todo aterrorizada, desde el suelo donde estaba caída.

Pero Issunbooshi, que ya estaba dentro del estómago del diablo, empezó a pinchar con su espada-aguja a diestra y siniestra.

- Ay, ay, basta, basta, me rindo gritaba el diablo.

Pero el joven seguía, ahora subía buscando un orificio por donde salir, sin dejar de pinchar con su espada todo a su paso dentro del cuerpo del diablo. Hasta que por fin pudo salir saltando por una de sus fosas nasales. Y siguió, ahora pinchando los ojos del diablo.

- Ay, ay, no veo, basta, basta - gritaba éste, desesperado.

Y el diablo, como pudo, se escapó corriendo, corriendo hacia lo más profundo del bosque.

Cuando la joven dama e Issunbooshi se recuperaron, vieron que en el suelo había algo que brillaba: era el martillo de los deseos del diablo.

La joven lo tomó y dijo:

- Agitando este martillo portentoso podemos formular el pedido de lo que sea. Dime, amigo, compañero, ¿qué deseas?

Sin dudar, el joven Pequeño respondió:

- Quiero tener una estatura normal.

De inmediato la joven agitó el martillo con todas sus fuerzas, mientras decía:

- Que mi compañero adquiera una estatura normal, que sea alto como todos los jóvenes de su edad. Que crezca, que crezca.

Y de pronto, en un cerrar y abrir de ojos, el joven adquirió una estatura normal y se convirtió en un apuesto muchacho. Y quien más feliz se puso fue la joven dama, y también se alegró su padre, que consintió en que los jóvenes que tanto se querían se casaran.

Poco después, el joven volvió a su pueblo en busca de sus ancianos padres. Y con ellos volvió a la capital, e hizo construir una nueva casa, y allí vivió con ellos y su bella esposa. Todos felices por años y años.

Se sugiere ver: Pulgarcito

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