
El tejedor y su mujer
En cierta comarca, vivía un tejedor llamado Mantharaka. Un día en que estaba ocupado en su labor de tejer se le rompieron todos los palos de que se servía en la fabricación. A fin de proporcionarse otros, cogió un hacha y se fue al bosque. Buscando el árbol apropiado, llegó a la orilla del mar. Allí encontró un Zinzapa, que es un gran árbol, y pensó:
- Este árbol es grande. Si lo corto, saldrán de él muchos palos para mi fábrica.
Resuelto esto, agarró el hacha y ya se disponía a comenzar a cortarlo, cuando una voz le dijo desde dentro del árbol:
- ¡Espera, soy un espíritu y este árbol es mi asilo! Debes respetarlo, pues yo me encuentro muy bien en él, alimentado por el viento, que se refresca al contacto con las olas.
- ¿Y qué puedo hacer? - le contestó el tejedor-. Si no tengo completo el maderamen, mi mujer y mis hijos se han de morir de hambre. Vete, pues, pronto de aquí a otra parte, pues lo voy a cortar mal que te pese.
-¡Espera! -le replicó el espíritu-; estoy satisfecho de ti. Pide lo que se te ocurra, pero por favor no dañes el árbol.
- Si es así, espérame, - le contestó el tejedor-, pues voy hasta mi casa a consultar con mi amigo y mi mujer acerca de lo que te he de pedir.
- Está bien - respondió el espíritu - ve.
Con el permiso del espíritu retornó el tejedor, muy contento, a su casa.
Apenas llegó al pueblo se encontró con su amigo el barbero, a quien le contó todo lo que le había acaecido con el genio.
- ¡Oh, amigo entrañable, he conseguido el favor de un genio! ¿Qué me aconsejas que le pida?
- Querido, - dijo el barbero-, si es cuestión de pedir, pídele que seas rey y yo tu primer ministro. De esta manera, después de gozar la felicidad de este mundo, la gozaremos también en el otro. Pues bien se ha dicho:
“El rey que sea muy generoso adquiere siempre gloria en este mundo; y luego, por la virtud de su generosidad, se iguala en el cielo con los dioses”
- Está bien, le dijo el tejedor--; pero aun así voy a consultarlo con mi mujer.
- Amigo, - le contestó aquél-, está prohibido por los libros que se tenga consejo con las mujeres, porque éstas son de muy cortos alcances. Pues bien se ha dicho que:
“El sabio debe dar a la mujer comida, vestido, trato conyugal cuando sea tiempo, adornos y demás cosas del sexo; pero nunca tome consejo de ella”
- Aunque eso sea verdad, - dijo el tejedor -, voy a consultar a la mía, pues me tiene verdadera devoción. Además, sin consultarla, no haré nada.
Habiendo hablado así, fue corriendo a su casa y le dijo a aquélla:
- Querida, he conseguido que un espíritu me ofreciera lo que yo le pidiera; vengo, pues, a consultarte. Aconséjame, pues, qué es lo que he de pedir. Mi amigo el barbero me aconseja que pida la realeza.
Ella a esto le respondió:
- ¡Hijo de arya! ¡Qué pensamientos los de ese barbero! No hagas caso de lo que digan. Pues bien se ha dicho que:
“Con danzantes, juglares, villanos, barberos, niños y mendigos, nunca debe aconsejarse el hombre prudente”
- Además, no hay que olvidar que la condición de rey es una larga cadena de sinsabores y amarguras, en la que constantemente se ha de estar pensando que si en la paz, que si en la guerra, en el ataque, la alianza o bien en combinar otros medios. En definitiva, que poco le resta al hombre para el placer. Así, pues:
“Cuando se piensa en el destierro de Rama al bosque, en la residencia de los hijos de Pandu también en el bosque, en la destrucción de los Vrixnis, en el destronamiento del rey Nala, en la muerte de Arjuna, que se encontraba en igual condición, y se ve que el soberano de Ceilán llegó también a la miseria por causa de la realeza, no se desea ser rey.”
- Tienes razón, - dijo el marido-; has hablado bien. Ahora, dime, ¿qué te parece que pida?
- Tú - le contestó ella-, no fabricas sino una sola pieza por día y con ella nos mantienes bastante bien. Lo que debes pedir, para ti mismo, es otro par de brazos y otra cabeza, con el objeto de que puedes fabricar dos piezas, una por delante y otra por detrás. Con el precio de una tendremos, como hasta ahora, para hacer frente a los gastos de la casa. Con el de la otra, para cumplir con los demás compromisos. De esta manera has de vivir feliz y contento en medio de los tuyos y ganarás ambos mundos.
- ¡Bien, mujer cariñosa, bien! Has dicho justo lo que conviene. Espérame un momento, que voy a comunicarle mi deseo al genio.
Corriendo fue a ver al espíritu, y le pidió lo convenido con su esposa. Apenas se lo hubo pedido, tuvo cuatro brazos y dos cabezas.
Volvióse muy contento a su casa, pero en cuanto lo divisaron los de su pueblo, creyendo que era un demonio, la emprendieron a palos con él, y de tal manera, que a consecuencias de ello murió.